En algún lugar quiero dejar constancia de la extraña
supervivencia de un bebé de diez meses a todo tipo de accidentes domésticos. De
antemano sabemos que hablamos siempre de accidentes domésticos entre comillas
porque si bien el azar es un componente importante, los factores de riesgo
también dependen de quién está a cargo del niño, en qué espacio se mueven, el carácter del mismísimo bebé…En fin, son
muchas variables, pero, no infinitas. Si la persona que lo cuida además es su
madre, las posibilidades de accidente son aun mayores dada la naturaleza despreocupada e
indolente de las mujeres de hoy en día.
Lo que motiva este texto es la curiosa forma en que un
niño de diez meses sobrevivió sin daño
aparente al consumo de químicos, energía eléctrica, monedas de curso
legal, cigarrillos y libros entre muchas otras calamidades. De estos componentes
supongo que llamará la atención el concurso de libros en un accidente cuasi
nefasto, por lo que, sin más, comienzo a
enumerar:
El bebé está contento como siempre. Juega en el piso con
muchos juguetes desparramados a su alrededor, pero se muestra particularmente
interesado en uno de ellos. En el impreciso
instante en que el bebé se aburrió del objeto que tenía entre manos y su
capricho lo llevó a gatear un metro en otra dirección para tomar otro
juguete…Se viene encima todo un estante con libros de gran porte.Libracos
terribles que pendían, hacía un segundo, sobre el cráñito del niño.
Cuando unos amigos comentaron que una vez se les cayó al
piso su hijita de cuatro meses, los padres del bebé que nos ocupa se miraron
con horror y pensaron “eso nunca nos va a pasar a nosotros”. Pero pasó: madre
sola en casa .Bebé durmiendo plácidamente en una cama de dos plazas y media. Tiene
tan sólo cuatro meses y medio el bebín, a pesar de esto su impiadosa madre lo
dejó solo “unos instantes” para apagar el motor bombeador ( y sí, son pobres e
ignorantes y no saben aun lo que es “agua corriente”, no saben cómo instalar una
boya o algo que apague automáticamente el tanque cuando finalmente se llena de agua no potable,
agua que analizada en un laboratorio o con un simple examen ocular, revela formas de vida más diversas y numerosas que en
toda nuestra localidad pródiga en fenómenos vivos).El llanto del niño fue contundente
y la madre no necesitó mirar para saber que su hijo había rodado por el suelo.
Como castigo ejemplar, el pediatra
ordenó urgente un estudio de alta complejidad que pagaron ciegamente, más por
culpa que por otra cosa, porque a esas alturas el bebé ya estaba otra vez haciéndoles
risitas a las empleadas del sanatorio. La causa del accidente se debe pura y
exclusivamente de la madre que, acostumbrada a que el niño se despierte con
llanto, no estimó que el bebé ya era capaz no sólo de despertarse sin avisar,
sino también de rodar del centro de la cama al abismo…Cuando se repusieron del
susto, a los padres se les antojó mirar la tomografía del cerebrito del infante
que les habían entregado en un CD y allí comprendieron que habían sido timados
, pues el susodicho CD estaba irremediablemente vacío.
Una frase popular que escuché de boca de las madres de
cuando yo era chica, era “hijos chicos, problemas chicos, hijos grandes,
problemas grandes” y, en efecto, así
era. El niño había escuchado varias veces de boca de su madre, que no se
podía fumar hasta que pasara a séptimo grado, y la pipa recién sería suya cuando estudiara en la
universidad…A pesar de estas advertencias estériles, el bebé insistía
obstinadamente en robarle el paquete de
cigarrillos. Creyéndose a salvo con
dejar sus cosas en lugares altos, la madre sigue sin comprender que el hijito
bebé es persistente y ahora tiene la capacidad de saber que las cosas siguen
existiendo aunque no estén en su presencia. Cuando le sacó el filtro de la
boquita ya se había tragado el papel…
Lo que impresiona es que salvo en el caso de las caídas,
el nene no llora ante los sabores amargos o corrosivos. Un día su madre dispuso
un operativo cuyo objeto era desterrar del universo del niño aquellos
componentes de peluquería como agua oxigenada y polvo decolorante, que son un
peligro…Pues bien, en el acto mismo en que la madre ordenaba su toilette le
llamó la atención la extraña pasividad
del bebé por lo que la madre presta atención, por fin, y el niño sonríe feliz
con la boca llena de mezcla decolorante que, cual prestidigitador, hizo
aparecer de la nada, en un tarrito de plástico naranja, otrora extraviado en el
maremágnum de la habitación. Cuando
vuelven del pediatra, el padre se entrega al futbol `por tv y la madre lamenta
haberse perdido la telenovela.
Otro lugar común es el que reza que cuando los niños
están silenciosos hay que temer lo peor…por mas que no me guste aportar pruebas
que sostengan este axioma, tengo que reconocer que en el caso de este bebé se
verifica a pie juntillas. Madre absorta en su computadora, bebé golpeando
insistentemente un esmalte de uñas transparente contra un espejo viejo, grande
y con el marco y el vidrio muy gruesos. La madre confiada en que la risa por el
tintineo no puede tener malas consecuencias y, hasta donde llega su
conocimiento limitado, un bebé no podría
romper ni el espejo ni el esmalte, se entrega libremente a la pornografía y el desenfreno en la web. Se embriaga con
latas de cerveza mientras seduce adolescentes por chat. Harta ya de su orgía,
se acuerda del bebé, lo toma en sus brazos y le da un beso…A pesar del estado
lamentable de la mujer, ésta aun conserva sus sentidos y nota que su hijo tiene
olor a algo raro en la boquita…un olor a…olor a ¡¡¡ ¿quitaesmalte de
acetona?!!!Al ver el espanto de su madre el niño no puede reprimir una enorme
sonrisa llena de dientitos de tiburón a
través de la cual se observan claramente trocitos de ¡VIDRIO! El bebé se ríe de
su travesura mientras la madre no sabe qué hacer primero: sacarle el vidrio de
la boca, sacarle la otra mitad del frasquito del brillo para uñas de secado rápido, que aferra
en su manito atenazada o leer el capítulo de la novela que estaba terminando.
Pero su instinto maternal, que al fin de cuentas ella también, pese a su
ignorancia, poseía, le indicó no sin cierta tardanza, que quitarle los vidrios
de la boca era lo mejor de momento. Así lo hizo y el niño no mostró
contrariedad alguna al punto que fue necesario mostrarle a la abuela el frasco
roto para que creyera semejante cosa. La única reflexión que la pobre madre
pudo sacar en limpio fue que el vidrio de los frasquitos de esmaltes, ya no
vienen tan gruesos como antes…Más adelante, recién, llegará a la conclusión de
que “la saliva del bebé mata todo”.
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